No todas las historias duras tienen finales malos. Algunas se convierten en inspiración o hasta motivan a emprender causas sociales. Este es el caso de Jorge Abisambra, sobreviviente de cáncer, padre de un paciente diagnosticado con leucemia linfoblástica aguda tipo T y fundador de la Organización de Padres de Niños con Cáncer.
Todo inició el 31 de diciembre de 1999. Durante esa fecha en la que todos se preparan para recibir el nuevo año, Abisambra y su familia recibieron la noticia de que su hijo Santiago, que en ese entonces tenía 5 años, atravesaba por una enfermedad terminal.
“El único síntoma que tenía era que estaba bajo de energía y con el semblante amarillento. Su mamá y yo pensábamos que era hepatitis”, recuerda. Aunque fue un proceso largo y duro, para Jorge y su esposa era importante seguir motivados porque también tenían otros dos niños en casa.
Según revela en conversación con EL TIEMPO, para sus hijos fue una situación compleja de asimilar, pues se encontraban en edades en las que el razonamiento no se ha desarrollado.
“Aunque sea solo un miembro de la familia el que padece la enfermedad, todos la vivimos y sentimos sus efectos, sobre todo a nivel emocional. Uno de mis hijos se sintió muy presionado por todo lo que experimentamos y tuvimos que cambiarlo de colegio”, expresa. Sobre el otro descendiente que se encontraba sano, dice que era constante la intención de llamar su atención: “No entendía lo que ocurría y sentía celos de su hermano enfermo”.
A pesar de que las dinámicas familiares se vieron afectadas, la situación les dio fuerzas para empatizar con otros que vivieran lo mismo. Por ello, crearon OPNICER, una fundación que apoya a hogares que reciben el duro diagnóstico que representa el cáncer.
“Nos dimos cuenta que apoyarnos con otras personas, aliviaba el sentir. Por eso, buscamos un mecanismo de sostenibilidad para ayudar a padres, que igual que nosotros, necesitaban acompañamiento y soporte”, explica Jorge sobre los inicios de la entidad que nació en el año 2000.
El año 2015: momento en el que vivió en carne propia la enfermedad
Más allá de su labor en la fundación y la experiencia con su hijo, Jorge Abisambra tuvo que debatirse entre la vida y la muerte. A pesar de no experimentar ninguna señal de alarma, cuando tenía 54 años, su esposa le insistió en hacerse un chequeo médico a nivel general, pues tenía tiempo sin hacerlo.
“Fui diagnosticado con cáncer en el colon y en el hígado. La sorpresa es que todo eso estaba ocurriendo dentro de mí y yo era asintomático. Me hice esa revisión a regañadientes y resultó que debían actuar rápido, porque mi expectativa de vida era reducida”, profundiza.
Contra todo pronóstico, entró en remisión. “Ahora lucho contra la grasa que tengo en el pedacito de hígado que me quedó. Lo cuido como la joya de la corona”, bromea. Durante el tratamiento, no dejó de trabajar ni de mantener una actitud positiva. “Mientras me aplicaban la quimio, atendía temas laborales de forma virtual”, dice. Para mí, ir allá no era estar en un centro de oncología, trataba de verlo y mencionarlo como mi visita al spa”.
En la actualidad, Jorge tiene 64 años y su hijo Santiago 31. Ambos son personas sanas, que trabajan y agradecen la oportunidad que les dio la vida. Abisambra es ahora Director Ejecutivo de una empresa de servicios TIC, ofrece consultorías y apoya a la Corporación Mundial de la Mujer.
¿Qué ofrece OPNICER a las familias que tienen un miembro con cáncer?
La fundación tiene varios propósitos, pero los fundamentales son dar el servicio de albergue, alimentación, apoyo psicológico y la orientación a familias con niños diagnosticados.
“Tenemos una casa albergue en la que no solo velamos por el niño, sino también por su cuidador. Al menor, se le da alimentación bajo las pautas nutricionales que tenga su tratamiento”, dice.
Además, apoyan casos especiales como trasplantes de médula, cuidados paliativos o tratamientos de yodoterapia. Sin embargo, su labor diaria está más enfocada a suplir las necesidades generales de los niños.
“Trabajamos de la mano con el Instituto Nacional de Cancerología. Allí, los médicos hacen el diagnóstico y nosotros, junto al área de trabajo social de la entidad, levantamos el perfil del niño y su familia para definir qué apoyo necesita durante su estadía en Bogotá”.
Uno de sus programas más destacados es el ‘Plan Padrino’, una opción que permite a los interesados, aportar de forma periódica para lo que se requiera. “En nuestro caso el padrinazgo no es individual, porque eso representaría que si el niño muere, la persona deje de aportar. Entonces, lo enfocamos hacia una ayuda colectiva”, dice.
“Existen formas de apadrinar a un niño de forma simbólica, por si se quieren relacionar con el paciente. Invitarlo a una alguna actividad junto a su padre o proponer un plan recreativo, puede ser una gran manera de acercarse”, agrega.
¿De qué formas se puede ayudar con la causa de OPNICER?
“Aunque en nuestra página web está establecido que el aporte mensual es de 100.000 pesos, puede ser inferior. Cualquier aporte es bien recibido, incluso recibimos alcancías que los donantes llenan poco a poco”, aclara Abisambra.
“Aunque en nuestra página web está establecido que el aporte mensual es de 100.000 pesos, puede ser inferior. Cualquier aporte es bien recibido, incluso recibimos alcancías que los donantes llenan poco a poco”, aclara Abisambra.
Si le interesa aportar a la labor de la Fundación OPNICER, puede acercarse a su sede física que se encuentra en Bogotá, la capital del país. En caso de que se encuentre fuera de Colombia, le quede complicado ir o viva en otras ciudades, puede hacer donaciones a través de transferencias. Para conocer los datos, visite su sitio oficial o sus redes sociales como Instagram y Facebook.
MARIANA SIERRA ESCOBAR
EQUIPO ALCANCE DIGITAL
EL TIEMPO